En el marco del programa de La Noche de las Religiones, nuestra parroquia de San Andreu de Palomar vivió de nuevo una de las experiencias más enriquecedoras: la práctica de la danza contemplativa. Esta disciplina, que combina movimiento y espiritualidad, nos ofreció una nueva manera de rogar, no solo con palabras, sino con todo el cuerpo y el alma, haciendo del movimiento una forma de conexión con Dios.
La danza contemplativa es una manera de rogar que implica el cuerpo entero. En lugar de solo rezar con palabras, usamos movimientos lentos y suaves para expresar el que sentimos. Así, el cuerpo se convierte en una herramienta para meditar, sentir la presencia de Dios y estar en paz. Es una plegaria colectiva, donde cada gesto es un acto de fe.
Nos recuerda que, en el camino espiritual, el cuerpo y el alma están gritados a moverse en armonía, rogando con cada uno de nuestros sentidos y con nuestro ser completo.
Nos invita a vivir la espiritualidad desde el movimiento consciente, en una armonía que une cuerpo, mente y espíritu. En lugar de un diálogo individual y silencioso con Dios, se experimenta la plegaria como un proceso colectivo e integrador, donde cada gesto sintoniza con el interior y con la presencia de Dios, en forma de agradecimiento, bendición…nos dejábamos llevar por las directrices de la Dolores Parellada
A nuestra parroquia, esta experiencia fue vivida con gran intensidad. Un buen número de participantes nos dejamos guiar por músicas suaves y meditativas que acompañaban los pasos sencillos y fluidos, siempre con una intención clara: abrir el alma a la trascendencia. Conseguimos un espacio donde se disuelven las barreras entre el movimiento corporal y la contemplación interior. Sentimos con esta plegaria que no solo el espíritu es el que habla; las manos, los pies, el corazón latiente al ritmo de la música, todo el cuerpo se convierte en ¡una expresión viva de la conexión con Dios!
Una de las participantes, describe la experiencia como "una manera de sentir la plegaria más allá de las palabras. Es cómo si cada movimiento de mi cuerpo resonara con el que llevo en el corazón y al espíritu, sintiéndome plenamente presente ante Dios. Es cómo si mi cuerpo también hablara con Dios…”
Este sentimiento es compartido por otros muchos asistentes, que encuentran en la danza contemplativa una herramienta poderosa para centrarse, liberarse de las preocupaciones diarias y entrar en un estado de interiorización profunda.
Esta experiencia nos ha enriquecido y nos recuerda que podemos rogar con todo nuestro ser, no solo con las palabras. Es una manera de unir el cuerpo y el espíritu en armonía para encontrar paz y sentirnos más cerca de Dios.
A continuación pudimos disfrutar del concierto de la Coral Interreligiosa por la Pau que nos interpretaron cantos de diferentes tradiciones religiosas.
Marisa Martínez